Cada septiembre, la prensa nos bombardea con las estadísticas de los divorcios y las separaciones post-vacacionales; no sé hasta qué punto son exactas, pero sin duda alguna, en el periodo otoñal aumentan las consultas de terapia de pareja.
¿Cómo puede ser que ese período, que en teoría esperamos con tanta ilusión, se acabe convirtiendo en tal fuente de conflicto?
El aumento de la cantidad de tiempo compartido, la «descolocación» (apartamento, bungalow, tienda de campaña, casa de los padres/suegros), la disparidad de gustos e intereses, y nuestro modo relacional (que lógicamente, también va a impregnar nuestras vacaciones), son algunos de los factores que influyen en la comodidad / incomodidad / relax / crispación que vamos a vivir durante los días de descanso.
Comunicación, sinceridad, pactos…
– Mar, montaña o ciudad? Si los gustos no son idénticos, se puede elegir por turnos, y aceptar con fairplay y flexibilidad cuando no nos toca a nosotros escoger.
– Si a él no le gusta madrugar en general, tampoco lo hará a gusto durante las vacaciones para acompañarte a ti que te encanta ver la salida del sol. Asume hacerlo sola, y luego despiértale de una manera atractiva, en vez de reprochar que nunca podemos hacer lo que yo quiero!
– Si tú no eres un ave nocturna, pero ella sí, de nuevo: pacto y alternancia…
– Si uno es un hiperactivo y quiere probar toda la oferta deportiva de la zona, y el otro prefiere tumbona y libro… qué tal si liberamos una cierta cantidad de tiempo para que cada cual se relaje/divierta a su manera? Eso será posible si la pareja vive en un entorno de confianza y respeto…
– Las personas introvertidas que durante todo el año necesitan su espacio y cierta cantidad de tiempo para pasar a solas, van a seguir teniendo esa misma necesidad durante las vacaciones; estar todo el tiempo con la pareja / hijos / familia propia o política puede causar más tensión y cansancio que relax y diversión. Puede ser suficiente una tarde a solas, un paseo privado…
Marchar con la pareja de vacaciones no implica compartirlo todo ni todo el tiempo; las relaciones en las que se respetan los gustos y las necesidades individuales, combinándolas con la atención y el cuidado del vínculo, suelen no solo resistir muy bien las vacaciones, sinó convertirlas en una etapa de auténtico encuentro y placer.
Joan y María vinieron a consulta a la vuelta de sus primeras vacaciones sin hijos, y después de toda una vida volcada en el cuidado y atención a la prole; de repente, la desaparición de esa tarea común, que había sido una prioridad absoluta, destapó su disparidad de gustos e intereses. Estaban muy preocupados por el impacto que podía tener esta nueva etapa sobre la relación, aunque visiblemente les unía aún un gran afecto.
Trabajamos un tiempo sobre su modo relacional, que si bien les había sido útil hasta ese momento, ahora se estaba quedando obsoleto con la salida de casa de los hijos. Reflexionaron sobre las nuevas prioridades que emergían, tanto a nivel personal como en la relación, y sobre la manera de acoger y satisfacer estas nuevas prioridades en cuanto a disponibilidad de tiempo personal, intereses propios, nuevos proyectos en común… Se permitieron tomarse y darse tiempos y espacios personales, con confianza y respeto. Han llegado incluso a instaurar algunos días de vacaciones por separado; la primera vez, lo vivieron con cierto temor y duda, pero pronto lo sintieron como un excelente método para reforzar el vínculo y reencontrarse con enorme placer!
¿Recapitulamos? Comunicación, sinceridad, pacto, respeto, confianza…
0 comentarios