Cuando inicio un proceso de terapia, la primera pregunta que formulo es: ¿Cuáles son tus objetivos para este proceso, qué es lo que quieres trabajar? A menudo, la respuesta es: quiero dejar de tener miedo.
Si bien es un objetivo legítimo, hay que tener en cuenta que
el miedo, al igual que las otras emociones básicas
de las que nos ha dotado la naturaleza (miedo, ira, amor, tristeza), tiene una función de preservación imprescindible para la
supervivencia. Lo que va a determinar su nivel de salubridad es cuando
deja de tener una función protectora, y se convierte en un obstáculo para
nuestra vida diaria.
Tener miedo nos impulsa a tomar precauciones o medidas de seguridad, a buscar más
información, a pedir consejo, a reflexionar, a medir las consecuencias de
nuestra acción o decisión.
Tener mucho miedo nos puede mantener en la indeterminación, en dilatar
excesivamente en el tiempo la toma de decisión, en calentarnos muchísimo la cabeza
(y la de nuestro entorno) sopesando pros y contras.
Tener aún más miedo nos puede llevar al bloqueo y a la falta de
decisión/acción, con la consiguiente paralísis
No tener miedo puede originar temeridad, imprudencia, irreflexión,
precipitación… con todo lo que ello conlleva.
¿Cómo saber cuando el miedo es excesivo? Algunas señales de alarma serían:
– Síntomas físicos: sensaciones de ansiedad, angustia, insomnio, nerviosismo…
Si son recurrentes y surgen ante situaciones habituales, (conocer gente,
afrontar nuevos retos…), pueden ser señales de un miedo excesivo.
– Evitación de determinadas situaciones (hablar en público, salir de noche,
iniciar nuevas actividades)….
– Ninguna razón aparente, o todo… algunas personas viven con la
sensación de que todo les da miedo, montándose una creencia limitante
que va a invadir y obstaculizar gran parte de su campo vital.
Sergio vino a consulta para trabajar su miedo a hablar en público. Exploramos
las fantasías que proyectaba en la mirada de cada oyente «Me
está mirando mal… Está poniendo cara de aburrido… «, las
expectativas y exigencias más o menos realistas que se forjaba respecto de sí
mismo y de su rendimiento, con los consiguientes juicio y presión internos, e
incorporamos técnicas de preparación para hablar en público. Con todo este
trabajo, y aún un poco de adrenalina, consiguió ampliar notablemente su
comodidad en esa situación.
El proceso terapéutico se enfoca a hacer consciente las fantasías subyacentes,
así como a conectar con los recursos adecuados para apreciar y utilizar
correctamente la señal que nos envía el miedo, como aliado, en su justa medida,
de nuestro bienestar y crecimiento personal.
No, el miedo no es ninguna tontería!
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