Hoy me hablaba una paciente de su proceso de ruptura, de cuánto le duele hacerle daño a alguien que aún ama, a pesar de los desencuentros.
Sí, me duele hacerte daño, mi amor, aunque sé que nuestros caminos se han distanciado mucho, tanto que no sé si hay un reencuentro posible.
Y tengo que escoger entre hacerte daño a tí, o quedarme en una relación que ya no me satisface desde hace tiempo. Y quedarme ahí también sería hacerte daño a tí, aunque de manera más encubierta, más cobarde.
Que difícil ha sido mirarte a los ojos y decirte: ya no puedo más… ya no quiero más… No a tí, a tí te amo, te respeto, te valoro y te quiero. No quiero más de tanta rutina, de tanto desapego, de tanta frialdad, de esta falta de proyecto de futuro.
Que difícil ha sido causar y ver tu dolor, sostener tu dolor, sin caer en el sinsentido de querer evitartelo, o quizás solo posponerlo.
Me gustaría poder acompañarte, consolarte, ayudarte, y sin embargo sé que debo mantenerme a distancia, ocuparme también de mi dolor, de mi soledad, de mi desorientación, de mi propio duelo. De ser coherente, de estar yo también a mi lado, de no ponerme omnipotente ni cuidadora contigo, de confiar en que tú podrás, y en que yo podré
Y duele… no sé que duele más, si mi dolor, o el saber que te he herido.
0 comentarios